mayo 17, 2013

Los animales hembras, el estreno

Hoy es 18 pero ayer fue 17. Ese día en que vas a una oficina en un tercer piso y un tipo que es conocido pero siempre desconocido te entrega un paquete con ejemplares de un libro tuyo. Y el tipo no es desconocido: te dice que nunca se termina de acabar el nacimiento, cuando le preguntas cómo mejorarlo en los primeros 45 segundos que duran entre que ves y no ves tu libro.
Los animales hembras en versión libro de papel rueda, entonces, desde el 17 de mayo, el día que juego a la quiniela y acierto en la nocturna nacional. El mismo día que oigo a una conocida desconocida hablar sobre la fertilidad y asiento, como si ella tuviera razón, como si los desconocidos siempre tuvieran otra clase de autoridad.
El día 17 de mayo me desperté a las 7,30 y hasta por lo menos las 14 me la pasé escribiendo, como si fuera un escritor, es decir, un tipo que escribe. Y yo no sé si todo el tiempo escribo ficción. Esa es la verdad. Escribo y a veces engancho para otro lado, como Messi, como si fuera Riquelme, y entonces yo me creo Messi o Riquelme y le meto para adelante, encaro un arco que nunca tiene formas, como si ése arco fuera un invento.
En esos momentos, cuando me doy cuenta, me tomo un café con leche o lavo los platos de anoche o me lavo las manos o llamo por teléfono para algún deudor. 
Lo último impreso que escribí fue una transcripción de una especie de diario que llevábamos en la finca Los Alamos, en San Rafael, mientras se levantaba el laberinto en homenaje a Jorge Luis Borges y a nosotros -eso lo estoy sabiendo ahora-. Hace como diez años de eso. La última referencia fue reciente: en un festival de rock en medio de las montañas, en medio de la sofisticada simpleza de la bodega Monteviejo, el director artístico del festival, Rano Sarbach, me dijo que conservaba ese libro. Se lo mandé, creo, en 2003. Hice 100 ejemplares y en la noche los dediqué a todos, uno por uno, y al otro día los envié por correo. El libro se llama "Unos laberinto". Y la verdad que creo que fue lo último que vi impreso, aunque creo que luego una antología en México me devolvió el sabor del papel. Pero nada es como lo recuerdo, porque recuerdo lo que se me antoja, como si tuviera un Messi o un Riquelme, que me filtran los boludos, las boludas y las boludeces.
Hoy, seguramente, despertaré como si nada. Y antes de dejarle un libro a mis amigos, un ejemplar, digamos, cobraré el 29 a la cabeza que jugué y salió en la Nocturna Nacional. Me alcanza para los sobres y para leer al sol, si la lluvia del desierto se va apenas llegue la mañana.